
¿QUÉ ES UN ENSAYO LITERARIO?
El ensayo consiste en la defensa de un punto de vista personal y subjetivo sobre un tema (humanístico, filosófico, político, social, cultural, deportivo, etc) sin que sea necesario usar un aparato documental, de manera libre y asistemática y con voluntad de estilo. En la actualidad está definido como género literario, debido al lenguaje muchas veces poético y cuidado que usan los autores, pero en realidad, el ensayo no siempre podrá clasificarse como tal. En ocasiones se reduce a una serie de divagaciones, la mayoría de las veces de aspecto crítico, en las cuales el autor expresa sus reflexiones acerca de un tema determinado o, incluso, sin tema alguno.
Tema libre (elogio, vituperio, exhortación).
Estilo sencillo, natural, amistoso.
Subjetividad (la charla es personal y expresa estados de ánimo).
Se mezclan elementos (citas, proverbios, anécdotas, recuerdos personales).
Sin orden preestablecido (se divaga), es asistemático.
Brevedad.
Va dirigido a un público amplio.
¿CUÁL ES EL ORIGEN DEL ENSAYO LITERARIO?
Tema libre (elogio, vituperio, exhortación).
Estilo sencillo, natural, amistoso.
Subjetividad (la charla es personal y expresa estados de ánimo).
Se mezclan elementos (citas, proverbios, anécdotas, recuerdos personales).
Sin orden preestablecido (se divaga), es asistemático.
Brevedad.
Va dirigido a un público amplio.
¿CUÁL ES EL ORIGEN DEL ENSAYO LITERARIO?
Aunque pueden considerarse ensayísticos algunos escritos de autores greco-latinos, como Platón o Cicerón, no se puede hablar de ensayo moderno hasta Montaigne (1580; Essais). En el Renacimiento, escritores españoles mostraron interés por los problemas del país y en el siglo XVII otros escritores mostraron su descontento ante los problemas sociales y políticos de España (Quevedo, Gracián).
En el siglo XVIII, gracias al espíritu reformista de la Ilustración, proliferaron los ensayos con ideas filosóficas y europeas. En España, Feijoo (Teatro Crítico Universal), Cadalso (Cartas Marruecas) y Jovellanos muestran su preocupación por solucionar los problemas económicos y culturales del país intentando luchar contra el atraso en temas como espectáculos, supersticiones y costumbres.
Durante el siglo XIX, el rápido desarrollo de la prensa escrita facilitará la difusión de ensayos en periódicos y revistas. Larra con sus Artículos enlaza con la mentalidad moderna y reformista de los ilustrados, realizando un ensayo crítico no exento de amargura e ironía sobre la situación social y política de España. A partir de 1868, los escritores realistas “Clarín” y Emilia Pardo Bazán practicarán el ensayo literario. En la época de la Restauración los ensayos tratan cualquier tema, Joaquín Costa o Giner de los Ríos exponen sus preocupaciones regeneracionistas y las ideas Krausistas que pondrían en práctica en la Institución Libre de Enseñanza. Este grupo de escritores inicia el ensayo español contemporáneo planteando problemas de España, estudios de doctrinas racionalistas, de la naturaleza y la moral laica. Ante la necesidad de europeizar España, se crean instituciones, como la Junta para la Ampliación de Estudios, el Centro de Estudios Históricos o la Residencia de Estudiantes. Frente a éstos, Menéndez Pelayo adopta una postura tradicionalista y católica en Historia de los Heterodoxos españoles.
¿QUÉ CARACTERISTICAS DEBE TENER UN BUEN ESAYO LITERARIO?
En el siglo XVIII, gracias al espíritu reformista de la Ilustración, proliferaron los ensayos con ideas filosóficas y europeas. En España, Feijoo (Teatro Crítico Universal), Cadalso (Cartas Marruecas) y Jovellanos muestran su preocupación por solucionar los problemas económicos y culturales del país intentando luchar contra el atraso en temas como espectáculos, supersticiones y costumbres.
Durante el siglo XIX, el rápido desarrollo de la prensa escrita facilitará la difusión de ensayos en periódicos y revistas. Larra con sus Artículos enlaza con la mentalidad moderna y reformista de los ilustrados, realizando un ensayo crítico no exento de amargura e ironía sobre la situación social y política de España. A partir de 1868, los escritores realistas “Clarín” y Emilia Pardo Bazán practicarán el ensayo literario. En la época de la Restauración los ensayos tratan cualquier tema, Joaquín Costa o Giner de los Ríos exponen sus preocupaciones regeneracionistas y las ideas Krausistas que pondrían en práctica en la Institución Libre de Enseñanza. Este grupo de escritores inicia el ensayo español contemporáneo planteando problemas de España, estudios de doctrinas racionalistas, de la naturaleza y la moral laica. Ante la necesidad de europeizar España, se crean instituciones, como la Junta para la Ampliación de Estudios, el Centro de Estudios Históricos o la Residencia de Estudiantes. Frente a éstos, Menéndez Pelayo adopta una postura tradicionalista y católica en Historia de los Heterodoxos españoles.
¿QUÉ CARACTERISTICAS DEBE TENER UN BUEN ESAYO LITERARIO?
Introduccion
Se inicia con la exploracion del contenido y los subtemas con criterios de analisis, y debe definir por qué es importante o qué interes tiene en la actualidad.
Desarrollo
Se sostiene la tesis, ya probada en el contenido, y se profundiza más sobre la misma, ya sea ofreciendo contestaciones sobre algo o dejando preguntas finales que motiven al lector a reflexionar. Esta utiliza principalmente recursos como lo son la descripción, la narración y citas que deben ser incluidas entre comillas para poder tener con qué defender nuestra tesis.
Conclusión
Esta última parte mantiene cierto paralelismo con la introducción por la referencia directa a la tesis del ensayista, con la diferencia de que en la conclusión la tesis debe ser profundizada, a la luz de los planteamientos expuestos en el desarrollo. Se puede "inferir" en esta, que es la manera de comprobar lo que se dijo anteriormente, explicando el por qué sustenta un tema o una opinión y las motivaciones que lo llevan a desarrollarlo o bien que lo terminen de una mejor forma.
EJEMPLO DE UN ENSAYO LITERARIO
Eduardo Lolo
Se inicia con la exploracion del contenido y los subtemas con criterios de analisis, y debe definir por qué es importante o qué interes tiene en la actualidad.
Desarrollo
Se sostiene la tesis, ya probada en el contenido, y se profundiza más sobre la misma, ya sea ofreciendo contestaciones sobre algo o dejando preguntas finales que motiven al lector a reflexionar. Esta utiliza principalmente recursos como lo son la descripción, la narración y citas que deben ser incluidas entre comillas para poder tener con qué defender nuestra tesis.
Conclusión
Esta última parte mantiene cierto paralelismo con la introducción por la referencia directa a la tesis del ensayista, con la diferencia de que en la conclusión la tesis debe ser profundizada, a la luz de los planteamientos expuestos en el desarrollo. Se puede "inferir" en esta, que es la manera de comprobar lo que se dijo anteriormente, explicando el por qué sustenta un tema o una opinión y las motivaciones que lo llevan a desarrollarlo o bien que lo terminen de una mejor forma.
EJEMPLO DE UN ENSAYO LITERARIO
Eduardo Lolo
Elio Alba Buffill y sus Estudios sobre letras hispánicas
Hurgar en una herida abierta. Eso y no otra cosa es la crítica literaria. Hurgar porque el crítico literario busca, profundiza, escarba en las palabras, las ideas, los sentimientos desarrollados por el escritor en su obra. Y en una herida porque toda pieza literaria no es más que un tajo en el alma o la mente del escritor, dándose a conocer a través de la palabra, saliendo a borbotones de imágenes y preguntas, muchas de ellas sin respuestas. Y abierta porque todo escrito se vuelve nuevo con cada lectura, siempre de estreno, en una especie de asombro consuetudinario. El crítico literario, en el ejercicio siempre aventurero de su profesión, permite codificar cada giro de la noria que rige la vida de toda obra literaria, descubrir sus más intrincados mecanismos, aumentar el poder de receptividad de los lectores, y propiciar una respuesta cada vez más profunda a sus postulados. Y, si se trata de un buen crítico, en el intento da a conocer su propia herida, abriendo su alma y su mente a los lectores. Sus estudios devienen entonces en extensiones de las obras analizadas, sin las cuales las piezas originales no habrían podido ser apreciadas en toda su magnitud más allá de un reducido número de lectores. El crítico fija y desnuda el texto, lo hace asequible y cercano, lo relaciona en tiempo y espacio, dando a conocer caminos casi siempre ocultos entre líneas, sin su aporte perdidos en condicionantes epocales. Al final el crítico se convierte en sombra activa de la obra analizada; y su estudio, en parte intrínseca del texto examinado.
Lo anterior, sin embargo, no siempre se cumple en toda crítica. No basta una redacción decorosa y un mensaje específico para hacer de un texto una pieza literaria. Se logra cuando el trabajo del crítico, aunque casi siempre dirigido a la prensa periódica, rebasa los límites del artículo tradicional y se convierte en ensayo. O en otras palabras: cuando el crítico es también un escritor, cuando su obra de convierte en literatura, aunque evidentemente sea la propia literatura su materia prima. Para el crítico la tarea se torna extremadamente difícil, por cuanto el carácter didáctico e informativo del sub-género al parecer atentan contra la literariedad. "Lo didáctico suele resistirse a la bella exposición", ha señalado el poeta y también crítico Luis Mario. Y es cierto, pero nada puede resistirse al talento literario. Y cuando el crítico es también un literato, la belleza no tiene por qué estar reñida con el didactismo. La buena crítica literaria es, también, literatura.
Un buen ejemplo de crítica literaria que deviene en literatura es la compilación Estudios sobre letras hispánicas, de Elio Alba Buffill. Se trata de una veintena de ensayos que, como su título indica, rebasa los límites de las literaturas nacionales y desarrolla temas relacionados con géneros, autores y obras de múltiples países hispanos.
El crítico comienza por la misma España, cuna de la hispanidad. Y, dentro de la rica cultura española, con su figura cimera: Miguel de Cervantes. Ya en ese primer ensayo es posible entrever el estilo que marcará toda la colección: una destacada carga erudita basada en el precipitado crítico anterior, de la mano del análisis propio, producto de la meditación personal del crítico de los textos analizados, el cual concluye convertido en diálogo. Alba Buffill responde a Cervantes. Y su respuesta de lector, al provenir de una mente culta y un alma receptiva, ilumina los textos de las Novelas Ejemplares que le sirven de materia prima para poner al desnudo el Amor, más como concepto que como actitud, en el autor examinado, desgranado en sus propios personajes. Hurgando y hurgando en palabras, llega el crítico al alma cervantina misma, latente aún en la vigencia de su obra.
No satisfecho con ese dialogar con la figura cimera de la novelística española, Alba Buffil hace lo mismo con el mejor ensayista peninsular: José Ortega y Gasset. Del Amor, en el caso de su trabajo sobre Cervantes, pasa el crítico a otro tema específico en la obra de un autor; en este caso, la convivencia humana en Ortega y Gasset. Se trata de un ensayo que asombra por su síntesis y la forma en que desglosa y hace asequibles conceptos filosóficos que, en un tratado, serían de difícil recepción. No menos destacado es el análisis de El Príncipe Constante, de Calderón de la Barca, ensayo que es también una puesta en escena; el autor se convierte en personaje, vigente y cercano como todo personaje. Así, de la novela, al teatro, al ensayo va Alba Buffill moviéndose con igual soltura y profundidad. Con Cervantes, Calderón y Ortega y Gasset, el crítico parece haber intentado presentar la cultura española con algunos de sus modelos más universales y vigentes; el alma de España brillando en todo su esplendor. Y lo ha logrado.
Pero Hispanoamérica en general, y Cuba en particular, son los entes culturales más representados en los ensayos críticos de esta compilación. Hay un viaje geográfico que abarca algunos de los países de lo que Martí llamó "Nuestra América". Pero no es un recorrido por tierras y comarcas, valles y montañas, ni siquiera por la historia, sino por el alma de esos pueblos, representadas en sus mejores escritores. De la Argentina: Domingo Faustino Sarmientos y Jorge Luis Borges; del Uruguay: Enrique Rodó; de la República Dominicana: Juan Pablo Duarte; de Puerto Rico: Eugenio María de Hostos y Manuel Zeno Gandía; de México: Carlos Fuentes. En los ensayos dedicados a todos ellos hay tanto del hombre y su obra como de su proyección sobre las naciones que ayudaron a forjar o interpretaron en palabras. Son presentaciones o representaciones, según el caso; imágenes o reflejos de pueblos diversos que, no por coincidencia, sangran una historia muy semejante. Alba Buffill nos ayuda a ver a los autores señalados más allá de circunstancias y palabras; son, en muchos casos, parte de la Historia misma de sus naciones; los locutores por antonomasia del alma de sus respectivos pueblos. De ello deja constancia el crítico al fijar los conceptos asumidos en las obras analizadas y establecer las diferencias y similitudes de las heridas sin tiempo de sus obras.
La literatura cubana, sin embargo, es la más analizada en toda la colección. Y no podía ser de otra forma. La crítica literaria constituye el subgénero ensayístico más cultivado por los intelectuales cubanos exiliados. Ese destacado cultivo de la crítica literaria por los intelectuales cubanos del exilio ha sido propiciado por la casi masiva incorporación de éstos a funciones académicas, con sus correspondientes requerimientos investigativos. Pero, más allá de las conocidas exigencias académicas relacionados con las carreras pedagógicas de nivel universitario, hay una razón que no puede ser reducida a condicionantes externos. La misma puede ser identificada en esa Cuba personal (y colectiva a la vez) que lleva todo exilado como preciado equipaje pecho adentro. En efecto, tal permanencia de la Isla lejana en sitio tan cercano provocó un desusado hurgar en su representación más firme: la obra literaria. Conociendo más a Cuba a través de la obra de sus escritores, los intelectuales cubanos exilados lograron mantenerla viva más allá de sus nostalgias y añoranzas personales. La Cuba individual y del ‘hoy’ perdido y usurpado, se transformó en una Cuba colectiva de múltiples ‘hoy’ recuperados. El intelectual cubano exilado, ante la pérdida física de su Cuba contemporánea, ha respondido con la recuperación crítica de todas las Cubas posibles: las vividas, las perdidas, las soñadas, y también, por qué no, las por venir.
La obra de Elio Alba Buffill ilustra perfectamente lo anterior. La compilación que analizamos es sólo un ejemplo más. Con anterioridad había a dado a conocer otras colecciones que, en cierto sentido, anunciaban la que examinamos, la cual - en última instancia- termina sirviéndoles de complemento o conclusión. Algunos de los estudios cubanos que aparecen en ésta, habían tenido su génesis en aquéllas; aquí está presente, entonces, la conclusión de lo que había sido con anterioridad esbozado o intuido.
Por ejemplo, su medular ensayo "Cuba en la vida y la obra de Enrique José Varona" resulta evidente que venía gestándose en la mente del crítico desde mucho tiempo atrás, cuando dio a conocer su obra Enrique José Varona. Crítica y creación literaria o Los estudios cervantinos de Varona. En este ensayo es Cuba, más como ánima que como suelo, lo que Alba Buffill entreteje con la vida y la obra de Varona; el hombre y su ensueño nacional ocupan el espacio de la literatura y el magisterio. En sus estudios sobre Varona anteriores, Alba Buffill nos llevaba de la mano del hacer del hombre; aquí, de su sentir en amalgama con la nacionalidad en proceso de formación.
Un tanto igual podría decirse de los dos ensayos dedicados a Enrique Labrador Ruiz. Para el crítico éste había sido, inicialmente, un precursor marginado; aquí la marginación ya ha sido superada, precisamente, y entre otros factores, por su antecedente. Queda evidenciado que Labrador Ruiz ya forma parte del canon de la literatura cubana.
El trabajo dedicado a José Martí tiene un génesis doble: en las colecciones de estudios martianos de las cuales fuera editor Alba Buffill, y su medular trabajo El ensayo en Hispanoamérica; de ambos surge "Martí a través de su ensayo político". Ello no quiere decir que hay repetición alguna: la "mina sin acabamiento" que, según Gabriela Mistral, es la obra martiana, abre nuevas galerías al investigador.
Otra figura fundamental de las raíces de la literatura cubana estudia también Buffill: Gertrudis Gómez de Avellaneda. A este trabajo llega el crítico de la mano de Enrique José Varona, de quien había aprendido a analizar y juzgar la obra de la gran camagüeyana. Así, este ensayo tiene también un antecedente que de alguna forma lo anuncia y del cual puede considerarse tanto un desprendimiento como un complemento lógico.
Pero la visión crítica de Alba Buffill no se reduce a una mirada al pasado distante. Como buen lector al fin, de sobra sabe que esos pilares de la literatura cubana han servido de base a otros autores posteriores que continúan, mantienen vigente y/o completan las obras de sus mayores. Llama la atención que en su intento de constatar lo anterior, Alba Buffill no sólo nos presenta sendos estudios sobre dos figuras que atestiguan el proceso señalado, sino que de paso como que se encarga de hacerles justicia, pues resultan autores de quienes ya se habla poco o nada: me refiero a Carlos Márquez Sterling y Humberto Piñera Llera. El primero, personaje histórico fundamental de la Primera República, dejó un codicilo que va mucho más allá de la legislación y la historiografía, lo cual se encarga de mostrar el ensayo dedicado a su vida y obra. Piñera Llera fue también un hombre de alcances múltiples: a su labor magisterial de primer orden, habría que añadir sus profundas meditaciones filosóficas. El estudio y el culto a José Martí serviría de enlace entre uno y otro, a su vez enlazados por Alba Buffill en los dos ensayos a ellos dedicados. El más moderno de los autores cubanos estudiados en esta compilación es Reinaldo Arenas, quien deviniera en uno de los mejores novelistas cubanos del siglo XX. A pesar de las distancias cronológicas y las particularidades diferenciantes, hay un nexo indiscutible entre todos los autores cubanos estudiados por Alba Buffill en esta compilación: la alta calidad literaria alcanzada en sus obras y su amor por Cuba.
Concluye esta colección con tres ensayos no centrados en un autor específico, sino que intentan abarcar temas más amplios: "Patria y cultura en la historia del periodismo cubano", "La cultura en la República de Cuba" y "El ensayo cubano en el exilio". A pesar de la brevedad impuesta por el género, los tres desarrollan cada uno de los objetivos que se proponen de una forma profunda y amena a la vez. La dimensión y la importancia de dichos temas, sin embargo, ameritan un retorno a cada uno de ellos. No creo exagerado vaticinar que los tres pudieran convertirse en el punto de partida de tres libros que amplíen, complementen y concluyan lo alcanzado por estos tres ensayos breves. De esa forma se completaría el giro total de la noria: de ensayos ya anunciados o previstos en obras anteriores, a estos tres trabajos finales que podrían preludiar igual número de obras posteriores.
Así, pues, hurgar le falta mucho todavía a Elio Alba Buffill en tanto que crítico literario. Las heridas están enunciadas. Del sangrar de historia resultante tendríamos otras obras posteriores que habrían de complementar o resumir la que hoy comentamos. Mientras tanto, disfrutemos de Estudios sobre letras hispánicas, obra de síntesis, compendio y proyección. La crítica literaria del exilio queda con ella engrandecida.
Nueva York, diciembre de 2003.
Hurgar en una herida abierta. Eso y no otra cosa es la crítica literaria. Hurgar porque el crítico literario busca, profundiza, escarba en las palabras, las ideas, los sentimientos desarrollados por el escritor en su obra. Y en una herida porque toda pieza literaria no es más que un tajo en el alma o la mente del escritor, dándose a conocer a través de la palabra, saliendo a borbotones de imágenes y preguntas, muchas de ellas sin respuestas. Y abierta porque todo escrito se vuelve nuevo con cada lectura, siempre de estreno, en una especie de asombro consuetudinario. El crítico literario, en el ejercicio siempre aventurero de su profesión, permite codificar cada giro de la noria que rige la vida de toda obra literaria, descubrir sus más intrincados mecanismos, aumentar el poder de receptividad de los lectores, y propiciar una respuesta cada vez más profunda a sus postulados. Y, si se trata de un buen crítico, en el intento da a conocer su propia herida, abriendo su alma y su mente a los lectores. Sus estudios devienen entonces en extensiones de las obras analizadas, sin las cuales las piezas originales no habrían podido ser apreciadas en toda su magnitud más allá de un reducido número de lectores. El crítico fija y desnuda el texto, lo hace asequible y cercano, lo relaciona en tiempo y espacio, dando a conocer caminos casi siempre ocultos entre líneas, sin su aporte perdidos en condicionantes epocales. Al final el crítico se convierte en sombra activa de la obra analizada; y su estudio, en parte intrínseca del texto examinado.
Lo anterior, sin embargo, no siempre se cumple en toda crítica. No basta una redacción decorosa y un mensaje específico para hacer de un texto una pieza literaria. Se logra cuando el trabajo del crítico, aunque casi siempre dirigido a la prensa periódica, rebasa los límites del artículo tradicional y se convierte en ensayo. O en otras palabras: cuando el crítico es también un escritor, cuando su obra de convierte en literatura, aunque evidentemente sea la propia literatura su materia prima. Para el crítico la tarea se torna extremadamente difícil, por cuanto el carácter didáctico e informativo del sub-género al parecer atentan contra la literariedad. "Lo didáctico suele resistirse a la bella exposición", ha señalado el poeta y también crítico Luis Mario. Y es cierto, pero nada puede resistirse al talento literario. Y cuando el crítico es también un literato, la belleza no tiene por qué estar reñida con el didactismo. La buena crítica literaria es, también, literatura.
Un buen ejemplo de crítica literaria que deviene en literatura es la compilación Estudios sobre letras hispánicas, de Elio Alba Buffill. Se trata de una veintena de ensayos que, como su título indica, rebasa los límites de las literaturas nacionales y desarrolla temas relacionados con géneros, autores y obras de múltiples países hispanos.
El crítico comienza por la misma España, cuna de la hispanidad. Y, dentro de la rica cultura española, con su figura cimera: Miguel de Cervantes. Ya en ese primer ensayo es posible entrever el estilo que marcará toda la colección: una destacada carga erudita basada en el precipitado crítico anterior, de la mano del análisis propio, producto de la meditación personal del crítico de los textos analizados, el cual concluye convertido en diálogo. Alba Buffill responde a Cervantes. Y su respuesta de lector, al provenir de una mente culta y un alma receptiva, ilumina los textos de las Novelas Ejemplares que le sirven de materia prima para poner al desnudo el Amor, más como concepto que como actitud, en el autor examinado, desgranado en sus propios personajes. Hurgando y hurgando en palabras, llega el crítico al alma cervantina misma, latente aún en la vigencia de su obra.
No satisfecho con ese dialogar con la figura cimera de la novelística española, Alba Buffil hace lo mismo con el mejor ensayista peninsular: José Ortega y Gasset. Del Amor, en el caso de su trabajo sobre Cervantes, pasa el crítico a otro tema específico en la obra de un autor; en este caso, la convivencia humana en Ortega y Gasset. Se trata de un ensayo que asombra por su síntesis y la forma en que desglosa y hace asequibles conceptos filosóficos que, en un tratado, serían de difícil recepción. No menos destacado es el análisis de El Príncipe Constante, de Calderón de la Barca, ensayo que es también una puesta en escena; el autor se convierte en personaje, vigente y cercano como todo personaje. Así, de la novela, al teatro, al ensayo va Alba Buffill moviéndose con igual soltura y profundidad. Con Cervantes, Calderón y Ortega y Gasset, el crítico parece haber intentado presentar la cultura española con algunos de sus modelos más universales y vigentes; el alma de España brillando en todo su esplendor. Y lo ha logrado.
Pero Hispanoamérica en general, y Cuba en particular, son los entes culturales más representados en los ensayos críticos de esta compilación. Hay un viaje geográfico que abarca algunos de los países de lo que Martí llamó "Nuestra América". Pero no es un recorrido por tierras y comarcas, valles y montañas, ni siquiera por la historia, sino por el alma de esos pueblos, representadas en sus mejores escritores. De la Argentina: Domingo Faustino Sarmientos y Jorge Luis Borges; del Uruguay: Enrique Rodó; de la República Dominicana: Juan Pablo Duarte; de Puerto Rico: Eugenio María de Hostos y Manuel Zeno Gandía; de México: Carlos Fuentes. En los ensayos dedicados a todos ellos hay tanto del hombre y su obra como de su proyección sobre las naciones que ayudaron a forjar o interpretaron en palabras. Son presentaciones o representaciones, según el caso; imágenes o reflejos de pueblos diversos que, no por coincidencia, sangran una historia muy semejante. Alba Buffill nos ayuda a ver a los autores señalados más allá de circunstancias y palabras; son, en muchos casos, parte de la Historia misma de sus naciones; los locutores por antonomasia del alma de sus respectivos pueblos. De ello deja constancia el crítico al fijar los conceptos asumidos en las obras analizadas y establecer las diferencias y similitudes de las heridas sin tiempo de sus obras.
La literatura cubana, sin embargo, es la más analizada en toda la colección. Y no podía ser de otra forma. La crítica literaria constituye el subgénero ensayístico más cultivado por los intelectuales cubanos exiliados. Ese destacado cultivo de la crítica literaria por los intelectuales cubanos del exilio ha sido propiciado por la casi masiva incorporación de éstos a funciones académicas, con sus correspondientes requerimientos investigativos. Pero, más allá de las conocidas exigencias académicas relacionados con las carreras pedagógicas de nivel universitario, hay una razón que no puede ser reducida a condicionantes externos. La misma puede ser identificada en esa Cuba personal (y colectiva a la vez) que lleva todo exilado como preciado equipaje pecho adentro. En efecto, tal permanencia de la Isla lejana en sitio tan cercano provocó un desusado hurgar en su representación más firme: la obra literaria. Conociendo más a Cuba a través de la obra de sus escritores, los intelectuales cubanos exilados lograron mantenerla viva más allá de sus nostalgias y añoranzas personales. La Cuba individual y del ‘hoy’ perdido y usurpado, se transformó en una Cuba colectiva de múltiples ‘hoy’ recuperados. El intelectual cubano exilado, ante la pérdida física de su Cuba contemporánea, ha respondido con la recuperación crítica de todas las Cubas posibles: las vividas, las perdidas, las soñadas, y también, por qué no, las por venir.
La obra de Elio Alba Buffill ilustra perfectamente lo anterior. La compilación que analizamos es sólo un ejemplo más. Con anterioridad había a dado a conocer otras colecciones que, en cierto sentido, anunciaban la que examinamos, la cual - en última instancia- termina sirviéndoles de complemento o conclusión. Algunos de los estudios cubanos que aparecen en ésta, habían tenido su génesis en aquéllas; aquí está presente, entonces, la conclusión de lo que había sido con anterioridad esbozado o intuido.
Por ejemplo, su medular ensayo "Cuba en la vida y la obra de Enrique José Varona" resulta evidente que venía gestándose en la mente del crítico desde mucho tiempo atrás, cuando dio a conocer su obra Enrique José Varona. Crítica y creación literaria o Los estudios cervantinos de Varona. En este ensayo es Cuba, más como ánima que como suelo, lo que Alba Buffill entreteje con la vida y la obra de Varona; el hombre y su ensueño nacional ocupan el espacio de la literatura y el magisterio. En sus estudios sobre Varona anteriores, Alba Buffill nos llevaba de la mano del hacer del hombre; aquí, de su sentir en amalgama con la nacionalidad en proceso de formación.
Un tanto igual podría decirse de los dos ensayos dedicados a Enrique Labrador Ruiz. Para el crítico éste había sido, inicialmente, un precursor marginado; aquí la marginación ya ha sido superada, precisamente, y entre otros factores, por su antecedente. Queda evidenciado que Labrador Ruiz ya forma parte del canon de la literatura cubana.
El trabajo dedicado a José Martí tiene un génesis doble: en las colecciones de estudios martianos de las cuales fuera editor Alba Buffill, y su medular trabajo El ensayo en Hispanoamérica; de ambos surge "Martí a través de su ensayo político". Ello no quiere decir que hay repetición alguna: la "mina sin acabamiento" que, según Gabriela Mistral, es la obra martiana, abre nuevas galerías al investigador.
Otra figura fundamental de las raíces de la literatura cubana estudia también Buffill: Gertrudis Gómez de Avellaneda. A este trabajo llega el crítico de la mano de Enrique José Varona, de quien había aprendido a analizar y juzgar la obra de la gran camagüeyana. Así, este ensayo tiene también un antecedente que de alguna forma lo anuncia y del cual puede considerarse tanto un desprendimiento como un complemento lógico.
Pero la visión crítica de Alba Buffill no se reduce a una mirada al pasado distante. Como buen lector al fin, de sobra sabe que esos pilares de la literatura cubana han servido de base a otros autores posteriores que continúan, mantienen vigente y/o completan las obras de sus mayores. Llama la atención que en su intento de constatar lo anterior, Alba Buffill no sólo nos presenta sendos estudios sobre dos figuras que atestiguan el proceso señalado, sino que de paso como que se encarga de hacerles justicia, pues resultan autores de quienes ya se habla poco o nada: me refiero a Carlos Márquez Sterling y Humberto Piñera Llera. El primero, personaje histórico fundamental de la Primera República, dejó un codicilo que va mucho más allá de la legislación y la historiografía, lo cual se encarga de mostrar el ensayo dedicado a su vida y obra. Piñera Llera fue también un hombre de alcances múltiples: a su labor magisterial de primer orden, habría que añadir sus profundas meditaciones filosóficas. El estudio y el culto a José Martí serviría de enlace entre uno y otro, a su vez enlazados por Alba Buffill en los dos ensayos a ellos dedicados. El más moderno de los autores cubanos estudiados en esta compilación es Reinaldo Arenas, quien deviniera en uno de los mejores novelistas cubanos del siglo XX. A pesar de las distancias cronológicas y las particularidades diferenciantes, hay un nexo indiscutible entre todos los autores cubanos estudiados por Alba Buffill en esta compilación: la alta calidad literaria alcanzada en sus obras y su amor por Cuba.
Concluye esta colección con tres ensayos no centrados en un autor específico, sino que intentan abarcar temas más amplios: "Patria y cultura en la historia del periodismo cubano", "La cultura en la República de Cuba" y "El ensayo cubano en el exilio". A pesar de la brevedad impuesta por el género, los tres desarrollan cada uno de los objetivos que se proponen de una forma profunda y amena a la vez. La dimensión y la importancia de dichos temas, sin embargo, ameritan un retorno a cada uno de ellos. No creo exagerado vaticinar que los tres pudieran convertirse en el punto de partida de tres libros que amplíen, complementen y concluyan lo alcanzado por estos tres ensayos breves. De esa forma se completaría el giro total de la noria: de ensayos ya anunciados o previstos en obras anteriores, a estos tres trabajos finales que podrían preludiar igual número de obras posteriores.
Así, pues, hurgar le falta mucho todavía a Elio Alba Buffill en tanto que crítico literario. Las heridas están enunciadas. Del sangrar de historia resultante tendríamos otras obras posteriores que habrían de complementar o resumir la que hoy comentamos. Mientras tanto, disfrutemos de Estudios sobre letras hispánicas, obra de síntesis, compendio y proyección. La crítica literaria del exilio queda con ella engrandecida.
Nueva York, diciembre de 2003.
No hay comentarios:
Publicar un comentario